jueves, 29 de julio de 2010

Pasos de utopía

A veces más que un paso es un tropiezo. Pero aún así avanzas, no te quedas parado, sigues en el camino y, mal que bien, vuelves a levantarte y a dar un paso más. Ahora, si nos quedamos afónicos, buscaremos otra manera de seguir contando historias, que es de lo que se trata esto, es para lo que uno ha estudiado, para lo que se forma, para lo que mantiene la inquietud de seguir aprendiendo y de arrimarse a los que se toman el tiempo y la dedicación de enseñarte algo. Los compañeros que están cerca y los que lo han estado son, al final, por los que merece la pena seguir dando un paso más, los que soplan a tu espalda para que no te pares. ¿Hacia dónde va este camino? Un día pensé que lo sabía, pero llevo como un año sin tenerlo claro. Entonces, cuando las certezas desayunan dudas, recuerdo las palabras de Fernando Birri que citaba el admirado Eduardo Galeano, aquelló de que “ella está en el horizonte, me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos; camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. Quizá ahora le añadiría que caminar a pasos o a tropiezos, pero avanzar al final, sin olvidar los pasos perdidos.

(publicado en La Voz de Zamora)

lunes, 12 de julio de 2010

Cerveza y fútbol

"Si lo sé no meto el gol" (Andrés Iniesta)


He leído bastantes artículos estos dos últimos días sobre la victoria en la Copa del Mundo y creo que lo que más me ha sorprendido es la facilidad con la que empezaban esos análisis, como si las palabras saliesen directamente. Creo que me sorprende por la dificultad que he sentido en estas horas para arrancar a escribir algo, para encontrar las palabras con las que empezar un relato emotivo sobre tantas sensaciones entremezcladas.

La cita de Iniesta es de la recepción en La Moncloa, cuando tuvo que hablar al oír su nombre coreado. Me resultó sintomático de lo majete que es este chaval, que tiene un año más que yo, y el espíritu de un grupo con el que se puede identificar cualquiera que alguna vez haya formado parte de un equipo. El tio es de Fuentealbilla, un pueblo de Albacete que esos que suenan a que han estado ahí desde el principio de los tiempos, hay algo más español que alguien de Fuentealbilla? Nos ha dado el mundial un tio bajito, calvo y feucho, con eso también se puede identificar cualquier español.

El domingo fue el día en el que los violines vencieron a los tambores, las flautas ensordecieron a los trombones y el fútbol de toque superó las patadas y logró que emergiera en mi el chavalín de doce años que jugaba al fútbol en campos de tierra. Luego me cansé de perder jugando al fútbol y descubrí que había un tio que se llama Michael Jordan y... en septiembre de 2006 estaba en el sofá del salón de Javi viendo como once chavales (Gasol tampoco jugó ese día) dieron un recital ante Grecia y ganaron el Mundial.

Ahora me parece que fue en otra vida aquél partido de baloncesto, me enamoré un poquito más quizá por poder compartir eso, por generar recuerdos y lugares comunes. Saber lo mucho que lo disfruté por sentirme parte de esa familia del baloncesto, por albergar a un jugador frustrado y a un entrenador en potencia; así que ahora me alegro de toda esa gente que desde el respeto y la sencillez ha defendido el fútbol "simplemente como un juego" que decía Benedetti.

Dos años después seguimos jugando finales de baloncesto mientras que el fútbol se unía a la lista de deportes colectivos que ya habían triunfado a nivel internacional con la victoria en la Eurocopa. Aquél partido lo viví en una cola en el aeropuerto de Barajas mientras nos aplazaban el vuelo a Buenos Aires y me enamoraba un poco más en algún lugar muy lejano de mis emociones. Vi el partido repetido en Argentina y sentí lo que puede reconfortar el deporte en la distancia.

Y ahora supongo que se pueden relatar miles de detalles de este Mundial, Mandela en la grada contemplando a unos futbolistas que no saben cuándo salió de la cárcel ni el tiempo que estuvo y un Paco González que fue relegado a vivir desde el sofá el Mundial pero que gracias a un amigo pudo contar el gol más importante de la historia de este deporte en este país.

Un gran amigo me recuerda, con razón, que todo esto tiene un punto de pan y circo que decían los romanos. Pensándolo bien, ahora sería algo así como cerveza y fútbol. Y quizá es excesivo, y quizá no es para tanto, y puede sea desproporcionado que salga tanta gente a la calle a celebrarlo, y que a lo mejor está sobre dimensionado y exagerado y es muy fácil y oportunista tachar a una sociedad de embrutecida por gritar al unísono ante un chaval que le pega una patada a una pelota. Pero qué cojones! Esto va por la nariz que le rompieron a Luis Enrique en el 94, por el gol que se comió Zubizarreta en el 98, por el penalti que Raúl mandó a la luna, por el egipcio que nos robó en Corea, por todo eso que nos contaron de que llevábamos el ser perdedores casi en la genética... Y todo lo ha volteado un chaval que tiene un año más que yo y que nació en un pueblo de Albacete. A veces me pregunto cómo puede uno contribuir a la felicidad colectiva para acercarnos a algo así...

domingo, 4 de julio de 2010

El viaje

"No me he ido yo, me han echado" (epitafio en Que se mueran los feos)


Una vez conocí a una chica que tenía su propio viaje, más bien su propia aerolínea. Despegaba y aterrizaba desde la cama. Luego conocí a otra chica que tenía una manera similar de viajar, aunque a veces siento que me vuelvo a tropezar con la primera, porque la otra creo que ya no viaja, no en avión, eso seguro.

Pero esto no va de un viaje convertido en trabalenguas. Hoy me siento un poco más didáctico, es más creo que, sin llegar a ser capaz de contar una historia, quizá escriba algo comprensible.

Mi viaje más recurrido desde hace 18 meses (madre mía, eso es mucho tiempo, es como dos embarazos humanos y como... no se, pero serán como cincuenta embarazos de hamster) es el de Valladolid-Zamora y viceversa. Más bien es viceversa, porque siempre tengo la sensación de ir a Valladolid y de volver a Zamora. Ese es el punto clave del viaje, el momento en el que me bajo del bus otra vez aquí, cojo la maleta y recorro esos quince minutos andando hasta Alonso de Tejada 17.

Entonces siento un pelín de resignación, un poco de qué estoy haciendo, hacia dónde voy... siento algo de ese que estoy aquí porque me han echado, no porque me haya ido yo de ningún lado. Pero creo que empieza a ser mentira, que esto ya es más como esa típica frase de película en la que dices, no, no, es una situación temporal. Y cuando te quieres dar cuenta... pues ya ha pasado más de un año de casi todo. Y hasta da vértigo, porque el subconsciente es un poco más lento de la cuenta.

El caso es que ese punto final del viaje cada vez me gusta más. Y no sé si es bueno o malo, supongo que la respuesta la tendrá el Isaac del futuro a quien, por cierto, hoy me ha recordado mi hermano que tengo que escribir.

Por cierto, que tengo ganas de contarlo por aquí. Tengo un vecindario curioso, pese a lo pequeña que es esta calle, ya me ha dado bastantes... sorpresas. La última, el recién elegido presidente del Zamora Club de Fútbol vive a veinte metros de este portal y hoy he montado un desayuno de trabajo con él y con otros cuatro presidentes de clubes deportivos de la ciudad. Vamos, algo que si me dicen que iba a ocurrir al principio de este viaje, no me lo creo ni de coña. Gracias por acompañarme en este viaje y en otros tantos.

jueves, 1 de julio de 2010

Fracasos y venganzas

"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse" (Winston Churchill)

Empiezo con esta cita que es una apología del fracaso siempre que no conduzca a la desesperación y terminaré con el gran artículo en el que encontré esta frase y que es, a su vez, otra forma de ver el fracaso, más tendente a la venganza.

A veces hay fracasos que quizá no lo sean tanto, porque no llegan a consumarse, quizá falta un paso para recibir la bofetada porque en el fondo algo dentro te dice que no merece la pena, ni siquiera, fracasar.

Hay otros fracasos que no son tan directos, que no se resuelven en unos instantes o en días. Los aprecias cuando echas la vista atrás, cuando vienen a tu mente frases del tipo "ya hace un año de..." y miras tras de ti y ves que nadie le sonrie a tu sombra.

Para paliar esa situación, a veces, te vienes arriba y te motivas y buscas esa sonrisa en caras que no tienen elegancia, cuyas muecas no llegan nunca a parecerse siquiera a un esbozo de risa. En ese modelo de fracaso, la culpa hay que asumirla por forzar la situación, porque por mucho que zarandees un manzano no van a caer peras, ya puedes regar el manzano con el agua mineral que quieras, que es lo que es.

Las venganzas, por otra parte, cada vez tengo más claro que las pone en bandeja el tiempo. Aún no te he contado, Ángel, que ahora los guapos vienen a pedir trabajo a la puerta del periódico en el que estoy, a dejar su currículum sin adornos, sin grandes referencias... solo con un, "hola, soy un guaperas y quiero que me enseñes a juntar letras". Puede que presenciar esos momentos también sea una dulce venganza, ver que el que fue "mister", aquél que creó contigo ese corto en el que exhibía su prepotencia, parece que ahora la suerte ya no le sonrie tanto en el espejo.

El fabuloso artículo de mi compañero y al que me enorgullece sentir como amigo, Ángel, es Cuidado conmigo, que soy un perdedor. Disfrutenlo y tengannos en cuenta.