"Si en el crepúsculo el sol era memoria ya no me acuerdo". (Mario Benedetti)
A veces, si uno le presta atención y se queda observando los cruces de los grandes acontecimientos con la realidad cotidiana, se encuentra con casualidades curiosas y, en este caso, hasta bonitas. En el camino en busca de mi particular recopilación de citas de libros de Saramago me topé con unos Haikus de Benedetti, que murió hace poco más de un año, aunque me pilló en un momento en el otro extremo de las emociones al que estoy ahora.
El caso es que me dije, estos haikus hay que ponerlos en el blog. Y quedó ahí; como una especie de nota mental. Entonces me hizo especial gracia uno con el que cerraré estas palabras (aguanta un poco y sigue, eh, no te me vayas al final que es como cambiar de canal en los anuncios y luego ya no volver) y, después, un piso que pensé vacío resulta que estaba especialmente lleno.
Y recordé la idea de ella y él, la de ellos ahora, pero la de otros tantos antes y después. Y recordé las mias, las veces en que escribí a ella y a él con el corazón en un puño, aquellos cuentos que en el fondo eran cartas mal escondidas. A la sombra del David de Miguel Ángel, en las playas de Gijón y, sobre todo, tras la estela de aquellas bicis convertidas en barquitas que surcaban un océano que terminó por hacerse de distancias insalvables...
Pero hoy, después de meses de un aletargamiento que no termina de levantarse de la siesta, siento que tengo otro de esos cuentos ante mi; con unos protagonistas que no conocía cuando escribí los otros, pero con el mismo trasfondo en la historia. Lo bueno de esas historias es... lo contó mejor Arundhati Roy en “El dios de las pequeñas cosas”: "...había descubierto que el secreto de las Grandes Historias es que no tienen secretos. Las Grandes Historias son aquellas que ya se han oído y se quieren oír otra vez. Aquellas a las que se puede entrar por cualquier puerta y habitar en ellas cómodamente. No engañan con emociones o finales falsos. No sorprenden con imprevistos. Son tan conocidas como la casa en la que se vive".
Pues eso. Una de esas tengo ahora desarrollándose a pocos metros de estos píxeles mal arrejuntados. Y es un lujo, porque a los descreídos por la experiencia como a mi, nos viene bien, de vez en cuando, recordar que una vez existieron los reyes magos y que en el cuento de la lechera no siempre se rompía el jarrón.
A veces hago como que me pego a ellos para ver si se me contagia algo de esa pasión, aunque emocionalmente sea más pequeño, aunque no llegue al abrazo y me quede como Maradona celebrando el gol un metro más abajo que el resto del abrazo de sus ayudantes.
Aquí va lo prometido, ese Haiku de Benedetti convertido en deseo-petición-esperanza:
Cada mujer puede ser dos mujeres, déjenme una.
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joeeee...Barrientosss...q bonitoooo!!!
ResponderEliminarlo hemos leido aqui en el curro y nos ha encantado...si quieres compartimos los abrazos valee!?
un besooote lindoo!!!
Los cuentos son magia.
ResponderEliminarNos permiten soñar, imaginar, volver a creer, a suspirar... Generan ilusion.
Tu eres un mago.