Llevo horas rebuscando para intentar encontrar las palabras que don José Saramago se merecía, para rememorar aquella foto con él que me hicieron en otra vida que tuve, para recordar hasta qué punto se me encogió el pecho leyendo el Ensayo sobre la ceguera, lo que me fascinaba su figura y sus reflexiones... pero no las he encontrado, porque es imposible estar a la altura. Por eso le he cogido prestadas algunas de la miles que dejó...
Aquella noche el ciego soñó que estaba ciego.
… dijo rápidamente, Bien, gracias, sin duda la telefonista le había preguntado, Cómo está, doctor, es lo que decimos cuando no queremos mostrar nuestra debilidad, decimos, Bien, aunque nos estemos muriendo, a esto le llama el vulgo hacer de tripas corazón, fenómeno de conversión visceral que sólo en la especie humana ha sido observado.
Para siempre es siempre demasiado tiempo.
Eran las cuatro de la tarde, aunque, realmente, a un reloj le es igual, va de la una a las doce, lo demás son ideas de los humanos.
… sabe que los adjetivos no sirven para nada, si una persona mata a otra, por ejemplo, sería mejor enunciarlo así y confiar que el horror del acto, por sí solo, fuese tan impactante que nos liberase de decir que fue horrible, Quiere decir que tenemos sentimientos de menos, O los tenemos, pero dejamos de usar las palabras que los expresan, Y, en consecuencia los perdemos.
El pánico es mucho mas rápido que las piernas que tienen que llevarlo.
No entiendo a los ciudadanos de este país la saludable costumbre de exigir el cumplimiento regular de los derechos que la Constitución les otorgaba, era lógico, incluso era natural que no hubiesen llegado a darse cuenta de que se los habían suspendido.
Cuando oyó pronunciar su nombre, sintió en el corazón algo que tal vez fuese la sombra de una felicidad antigua, nada más que la sombra, pero, aún así, pensó que sólo por eso había merecido la pena venir aquí.
Cuando el nefasto suceso haya entrado en el rol de los pretéritos olvidados...
El bien y el mal no existen en si mismos, y cada uno de ellos es sólo la ausencia del otro.
Salieron pues los emisarios, con José al frente indicando el camino, y eran ellos Abiatar, Dotaín y Zaquías, nombres que aquí se dejan registrados para eliminar cualquier sospecha de fraude histórico que pueda, tal vez, perdurar en el espíritu de aquellas gentes que de estos hechos y de sus versiones hayan tenido conocimiento a través de otras fuentes, quizá más acreditadas por la tradición, pero no por eso más auténticas.
Por eso José no duerme, o sí, duerme y en ansias despierta, atraído hacia una realidad que no le hace olvidar el sueño, hasta el punto de que puede decirse que despierto sueña el sueño de cuando duerme y, dormido, al mismo tiempo que intenta desesperadamente huir de él, sabe que es para volver a encontrarlo, otra vez y siempre, este sueño es una presencia sentada en el umbral de la puerta que está entre el sueño y la vigilia, al salir y al entrar, tiene José que enfrentarse con ella.
Las evidencias de la obviedad cortan las alas al pájaro inquieto de la imaginación.
Siendo Dios, tienes que saberlo todo, Hasta cierto punto, sólo hasta cierto punto, Qué punto, El punto en que empieza a ser interesante hacer que ignoro.
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Pues sí, una pena, pero bueno, tarde o temprano le tenía que tocar y él ya tenía una edad, jeje.
ResponderEliminarDe todo lo que has puesto me quedo con la frase del reloj... algún día te hablaré sobre mi teoría del tiempo, jejeje.