A veces, los días más infructuosos, en los que las palabras escasean a lo largo de las horas, llegan al final exahustos, sin letras que juntar. Si, además, una conversación de chat exige una cierta destreza y que le pille a uno espabilado... la cosa se complica. Tanto que, a veces, como hoy, hacen falta cuatro manos y hasta un asesoramiento telefónico.
En este piso, en esta pequeña habitación que hace las veces de oficina, espacio de ocio y hasta consultorio emocional, el momento álgido de esta semana han sido esas conversaciones a cuatro manos, en busca de la palabra correcta, de la frase más sugerente, de dar en el clavo cuando no sabemos ni dónde está el centro de esta diana a la que lanzamos dardos al azar. Pero alguno acabará acertando, si no está vez será en otra partida. A pico y pala, compañero, aunque tú tengas que ser el cerebro y yo el músculo, no desistiremos, no con tu empuje y tu ánimo alentándome cuando desespero y rozo el delirio.
Quizá si en algunos periódicos se discutiese tanto por cada palabra esta profesión que tanto me sigue entusiasmando no estaría en el estado crítico en el que se encuentra.
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